Srwook II; Caminos sin pisar.

SRWOOK II ; CAMINOS SIN PISAR

La figura de Sir Layonet acurrucado en su ventana, observando el ir y venir de los soldados en el cambiando de turno, presidía la noche como un incesante mural, puesto hábilmente, para recordar a todos que la guerra no había terminado, aun quedaban muchas batallas por librar incluso si se lograba encontrar a la reina.

No se podía decir que tras el regreso a Srwook las cosas hubiesen marchado bien. Urrick había desaparecido, Sir Patriss se enfrentaba a una lucha moral: en su interior anhelaba a Sir Yam, tanto como para volver con él y a su vez sabía que lo correcto era quedarse junto a Sir Layonet y los demás para ayudar a defender su reino.

Sir Layonet por su parte sufría unos gravísimos dolores de cabeza junto a alucinaciones, aunque en el fondo no lo fuesen; el mundo había cambiado, los demás vivían como si nada hubiese pasado pero él conservaba los recuerdos de antaño y se le añadían otros jamás vividos, una batalla que tendría que soportar el solo sin la ayuda de nadie, gracias a él los vampiros habitan nuevamente las tierras.


Capitulo 1: Urrick


<<Querido Urrick
Me encuentro fuera del monasterio. He estado y estoy algo enferma, el doctor un hombre muy simpático y agradable me atendió debidamente. Ahora me hospedo en su casa.

Espero que sepas y comprendas que lo que paso aquella noche no significo nada, yo quiero ser una buena sacerdotisa, es mi vocación; por eso mi querido Urrick debes olvidarte de mí y de lo que aquella noche sucedió. Debemos ser fuertes y adultos pues es lo que, al menos a mí, el destino me obliga a ser.

Creo que podríamos ser amigos; las hermanas no sabrán nunca de la existencia de nuestro futuro hijo o hija, así es Urrick, vas a ser padre.

El doctor ha accedido a ayudarme y cuidar a nuestro pequeño o pequeña en secreto junto con sus hijas, por lo que no necesitare nada.

Me gustaría poder cuidar a nuestro futuro hijo juntos.

Urrick. Aunque mis principios me lo impidan.

Ven a por mí y llévame contigo>>


Sir Urrick

- Debéis marcharos inmediatamente las hermanas vendrán mañana por la mañana para llevarse a Aeris – dijo el doctor a voz en grito mientras irrumpía en el cuarto donde Aeris se hospedaba.- no hay tiempo debéis partir ya, cuanto antes mejor.

- Pero doctor, Aeris esta frágil y embarazada, ¡podría perder al bebe!

- Minucias, si no os marcháis inmediatamente no podrás volver a verla jamás- mientras hablaba tanto Aeris como yo nos abrigábamos con las capas mas gruesas y el doctor recogió todas sus pertenencias en un macuto- ¡vamos, vamos a prisa!- en menos que canta un gallo montábamos a relámpago camino del bosque guiados por el doctor. Cuando la capital de Barbaria se difumino y poco a poco desapareció a nuestras espaldas, el doctor bajo de su caballo ato al nuestro una bolsa con comida y utensilios para el cuidado de Aeris. Y se despidio - Que las diosas os protejan, queridos amigos.


Comenzaba nuestro primer viaje juntos, ahora éramos más que una pareja de jóvenes, íbamos a ser padres. Un leve mareo inundo mi cuerpo al recordar el evento. ¿Un hijo? ¿Estaba realmente preparado para hacerme cargo de su cuidado? ¿Podría cuidar a Aeris como es debido?
? ¿Cómo se lo contaría a Sir Layonet?...
-         ¿Hacia donde vamos Urrick? –pregunto Aeris  acurrucada en mi espalda.
-         A Srwook.
-         ¿A la capital?-dijo asustada- ¿no pensaras contarle lo nuestro a Sir Layonet verdad?
-         Lo de menos es que tu y yo nos amemos, lo  peor es el embarazo, no se como se lo tomara él, pero luchare lo que haga falta por nuestro pequeño y por nuestro amor.
-         Esta bien, pero preferiría que no tuvieses problemas con Layonet por mi culpa, podría cogerme manía y no me agrada la idea. ¿Durante cuanto tiempo cabalgaremos?
-         ¿Cuánto aguantarías?
-         Puede que un par de horas más.- al ritmo de Aeris llegaríamos a Srwook en tres semanas o quizás más.
-         Amor, dulce amor, tenemos que cabalgar hasta la hora de cenar.
-         ¡Pero Urrick ni siquiera ha amanecido!
-         Mira Amor, creo que no deberíamos parar en ningún pueblo del reino, cruzar a Tasas seria una perdida de tiempo, Tasas es desconocido para mi.
-         También lo es Barbaria.- puntualizo.
-         Si, lo se, pero no me fío, prefiero que sigamos cabalgando descansemos un rato antes de cenar y después prosigamos el camino, en tres días habremos llegado  al reino, y aunque sea en alguna aldea podremos descansar.
-         Esta bien, pero si necesito parar un rato corto ¿pararemos?
-         Por supuesto amor.- la bese, mas con la intención de que se callase que por cualquier otro sentido.
Fue un viaje duro, llovió en las primeras jornadas. En el cuarto día desde que escapamos de Barbaria, divisamos a lo lejos una columna de humo, una aldea, y además ya estábamos en el reino. No es que lo supiese a ciencia cierta, pero sabía que mi intuición no me fallaba, y así era. Una vez en la aldea, comprobamos que hacia bastantes horas que habíamos cruzado la frontera, podíamos relajarnos.
Nos hospedamos en casa del tabernero de la aldea que tras escuchar nuestro romance cedió amablemente a darnos cobijo, siempre claro, a cambio de un par de monedas de plata.
La cama se agradecía, aunque era una muy buena ocasión para  fundir mi amor con mi hermosa amada, me contuve, y deje que nuestros cuerpos descansasen, pero mi mente estaba en otra parte. Cuando llegue a Srwook me casare con Aeris y podremos vivir en una casa donde pasar noches amor, criaremos a nuestros hijos y nadie nos molestara jamás…- pensé para mis adentros muy ilusionado. Entre los miles de sueños caí rendido y no desperté hasta bien entrada la mañana.
-         ¡maldito chucho!- grite malhumorado.
-         ¿Qué pasa?
-         Nada, ese perro me ha despertado.
-         El perro de mi futuro esposo me ha despertado a mí  y no he gritado.-refunfuño Aeris.
-         Perdona angelito, lo siento mucho.
-         ¿Qué hora será?- pregunto mientras se levantaba energéticamente – es tarde, debemos emprender el camino –corría de un lado para otro de la estancia agrupando nuestra ropa- vamos Urrick, quiero llegar cuanto antes a mi casa.
-         ¿a tu casa?
-         Claro. ¿Dónde pensabas que iba a vivir? –la pregunta amenazaba un buen bofetón mental.
-         No se, quizás… pensé… que en el castillo conmigo.
-         Jajaja- su risotada era como un cubo de agua fría- o en el hostal e Afni ¿no?, Urrick yo tengo una cabaña nos servirá por el momento.
-         Si tienes razón.
La conversación no fue a más, no quería pensar en como se tomaría Layonet el hecho de que hubiese dejado embarazada a Aeris, pero esto era aun peor, alejarme de la capital, estar incomunicado, Layonet no lo permitiría.


Sir Layonet
-         ¡Sir Layonet! ¡Señor! –Gritaba la voz de uno de los soldados por las escaleras.- ¡Sir Layonet!
-         ¡Qué sucede!- grite asomado en el descansillo del torreón.
-          Sir Urrick esta aquí, le espera en la sala de juntas.
-         En seguida bajo.
-         ¿Necesita algún recado señor?
-         Descanse soldado.- cerré  en un golpe seco la puerta de mis aposentos. Una vez preparado y decentemente vestido, envaine mi espada y baje a la sala de juntas. Corrí la puerta lentamente, Sir Urrick esperaba de espaldas sentado en una de las butacas con aspecto despreocupado.
-         Sir Layonet- dijo sobresaltado al escuchar la puerta  cerrarse – ya he llegado.- anuncio.
-         Muy bien, eso ya lo veo. ¿Deseas algo?
-         Solo quería avisarte que ya estaba de vuelta y que estoy bien…
-         A mi no me interesa como estés tu, tendrías que estar en el campamento entrenando con el ejercito, olvídate de descansar, nos has abandonado durante mucho tiempo y ahora es Sir Patriss quien tiene el mando de tus pelotones, así que ve a hablar con ella. Es posible que tengamos que tratarte como a un traidor.
-         Pero Layonet –rechisto- te dije que…
-         Da igual lo que dijeras, Urrick, no me interesa nada tus asuntos personales, marcha para el campamento y sigue tu entrenamiento, no quiero saber nada más de tu vida.
-         Pero yo si que quiero contarte.- protesto.
-         Yo no quiero escucharte.
-         Bueno, ami eso no me importa- dijo en tono desafiante- te sentaras y me escucharas- ja, ¿Quién se creía que era para darme ordenes este renacuajo?- vamos siéntate- ordeno  señalando mi butaca.
-         ¡Pero quien te as creído que eres!- grité.- no me sentare, habla rápido que tengo prisa.- descanse unos segundos mirándole a los ojos, algo que sabia que le inquietaba- por cierto, dentro de tres semanas nos marchamos en una misión.- Urrick estaba paralizado me miraba con cara de asombro, pude observar como una lagrima se escapa de sus ojos.- ¡Vamos habla! El tiempo corre- temblaba de pies a cabeza ¿Tan grave era lo que quería contarme que no tenia agallas para hacerlo?
-         Sir Layonet… veras... te contare desde el principio…
-         Esta bien pero empieza de una vez.
-         Hace un tiempo conocí a alguien… - después de cada frase se paraba a coger aire me observaba detenidamente, perdía la vista en los estantes de la sala, llenaba nuevamente sus pulmones y arrancaba- me enamore de ella y me gustaría…
-         ¿Quieres casarte?- pregunte asombrado.
-         Espera por favor, déjeme hablar.
-         Muy bien, continua- le apremie.
-         Pero nuestra relación no podía ser, la noche en la que nos declaramos nuestro amor, ella me confeso que su destino ya estaba echado, debía de marcharse al reino de Barbaria para ingresar entre las Oradoras del templo a Thyses.- paro  de hablar, trago saliva se secó el sudor de la frente, a pesar de que hacia bastante frío y prosiguió-yo no pude remediarlo y fui en su búsqueda hasta Barbaria. Pasamos toda una noche juntos…- temblaba como un polluelo sin recién nacido sin el calor de su madre.- nunca podremos estar juntos, es lo que yo pensé, por que las hermanas no dejan que ella renuncie a la decisión de sus padres.
-         Urrick, Urrick- me acerque a el, le agarre por la espalda y le di un par de golpes amistosos- la vida es dura. Tranquilo llegaran otras mujeres a lo largo de tu estancia entre los vivos, no debes preocuparte; además lo único que el amor trae es sufrimiento, y mucho más si es un amor imposible, el amor siempre duele Urrick… y tampoco tenemos tiempo para romances. Te daré un consejo.
-         Si Sir Layonet.
-         Aparta toda idea de emparejarte, aparearte, y demás romances para después de la batalla, así tu vida será más fácil.- me levante dispuesto a salir del salón.
-         Espera Layonet hay algo más- le mire fijamente a los ojos, intuía que algo se avecinaba, algo grande – veras… ella esta aquí, en la taberna de Afni e ido a buscarla a Barbaria.
-         ¡Que has hecho qué! –grite enfurecido-¡estas loco! Podrían encontraros, haceros capturar y mataros a ambos.- respire apoyado en el amplio ventanal de la sala. la lluvia golpeaba el cristal pausadamente. - ¿no podías esperar a que toda esta batalla terminase?
-         No.
-         ¿Por qué Urrick? ¿por que?
-         Por que voy a ser padre.- mis sentidos quedaron congelados, anonadado por la noticia no reaccionaba. Urrick temblaba aun más que antes.
-         ¡como has podido! Eres un ¡niñato! ¡criajo! Pero que te crees, ¡es que no te has dado cuneta de que estamos en guerra! ¿Acaso no te das cuenta de lo mucho que sufre todo el mundo?- la cólera trepaba por mi cuerpo engulléndolo casi por completo.
-         Pero Sir Layonet
-         ¡cállate! ya has dicho bastante. Nosotros preparándonos para una guerra  y tú mientras tanto te dedicas en ir engendrando hijos.
-         No fue apropósito.
-         Eso falta.- debía contenerme o estallaría en un ataque de furia.- si todos fuésemos tan egoístas como tu, hace tiempo que Srwook seria pasto para los seres de Vyne.- callé largo rato- ¿acaso no sabes pensar antes de actuar?... confiaba en ti Urrick, creía que habías cambiado, que habías madurado lo suficiente como para entender que hay que proteger a los que de verdad quieres aunque eso acarreé un gran sufrimiento para ti.
-         Pero Layonet yo la amo.
-         ¡amor! Mira Urrick… yo también e amado, ¿sabes? Y… a veces las cosas no son como uno desearía, y mucho menos ahora con esta guerra encima nuestra. Esta vida no es dulce Urrick, y ni mucho menos para alguien en nuestra posición, que debemos proteger y velar por los demás, creo que eso lo has aprendido en tus años de vida ¿o me equivoco? – Urrick asintió con la cabeza- ¿entonces que haces haciéndola más difícil?... mira Urrick esa mujer debe morir, o tu hijo, incluso ambos. – los ojos de Urrick parecían salirse de sus orbitas- no consentiré la debilidad de mi ejercito por que a uno de los cabecillas le a  apetecido darse placeres  y lujos. Tu hijo será enviado lejos, donde alguien lo cuide y no pueda intervenir en tus tareas. Y esa mujer debe volver a Barbaria enseguida, en cuanto de a luz.
-         -¡Jamás!- gritó asustado-  eso jamás, por encima de mi cadáver.
-         Como desees- desenvaine mi espada acercándome lentamente pero amenazante hacia Urrick- con tal ¿Qué más da uno menos? No pienso dejar que todo flaquee por tus debilidades- los ojos de Urrick estaban asustados, sabia que era muy capaz de matarlo en una batalla. La tormenta se acentuaba acompañando el momento.- ¿vas a dar tu vida por una vulgar ramera?
-         ¡A ella nadie la llama de esa forma en mi presencia! – grito enfurecido, saco su espada y así comenzó una gran e intensa lucha entre ambos.

Era triste y desolador ver a unos grandes compañeros de viajes y batallas, a dos grandes hermanos y amigos luchando el uno por su orgullo y el otro por su ira. El cielo tronaba desastrosamente, se desquebrajaba como lo hacían los corazones de ambos caballeros. Tristemente las espadas se cruzaban, sin traspasar la línea del cuerpo, sin apenas daños físicos, pero grandes desastres psicológicos. Cada vez que la espada de Layonet sesgaba el aire en busca de la sangre de Urrick, el alma de este último moría. Eran cortes limpios, pero muy dolorosos, heridas sangrantes que jamás se curarían del todo. Mientras, el mundo entero les acompañaba en una incesante lluvia, entre truenos y relámpagos, todo el planeta se encolerizaba, dos hermanos, dos compañeros se destruían el uno al otro por su orgullo y por su ira.

Mientras luchábamos, pude encontrar en Urrick una gran fortaleza, una fuerza y fiereza que jamás había visto en él. No estaba cabreado por que se hubiese enamorado si no por no saber proteger a quien realmente amaba.  Este suceso podía cambiar el destino, si el enemigo se enteraba de la noticia podían perseguir a esa mujer y al bebe, nos chantajearían con sus vidas, y Urrick se derrumbaría, no lo superaría y lo perdería.
Nuestras espadas se cruzaron durante larga hora. La tormenta  y pronto la nieve nos acompaño durante todo el tiempo. Nimesa asomaba por el horizonte cuando ambos quedamos empatados, espada contra espada, cuerpo contra cuerpo, su mirada contra la mía.
-         Layonet. Por favor. No hagas esto, tu eres como un hermano para mi, no espero que lo comprendas, solo que me apoyes, yo no buscaba esto, también me resulta una carga enorme, pero no pienso abandonarla.
-         Urrick…
-         Juro no renegar de nuestras misiones, entrenare todos los días, cumpliré con mis tareas como Caballero real, seguiré tus consejos, pero por favor, deja que se quede, no quiero tener que marcharme de Srwook por esto.- no le dirigí la palabra solo asentí y caí en una de las butacas cuando Urrick desapareció de la sala.
Horas más tarde, reapareció en el castillo, agarrado de la mano de una joven muchacha, se presento con su nombre de pila “Aeris” no debía de llegar a los quince años. Su atuendo daba pena, tan solo una capa para protegerse del frío y un finísimo y largo vestido gris. Mientras Aeris se disculpaba ante mí por no traer ningún presente, ordene a una de las sirvientas, llamar a la costurera para que preparase algunas ropas para ella, y preparasen un buen baño y comida caliente.
-         pero Sir Layonet no debes de molestarte en…- hablo Urrick cunado  Aeris desapareció de la mano de una de las sirvientas.
-         Deja de forcejear conmigo y escucha, ve a prepararte, duerme y mañana antes que salga el sol espero que hayas arreglado las cosas con Sir Patriss y estés entrenando en el campamento.
-         Si capitán.
-         Ahora largo.
-         ¿pero Aeris?
-         Aeris estará en el castillo. ¿o piensas que te dejaría dormir con ella así por que si?  Urrick haz tu trabajo y yo me encargare de que no le pase nada. Adiós- di media vuelta y desaparecí por el pasillo, rumbo a la biblioteca.

Nuevo añadido

Sir Urrick
Levante lentamente la mirada, volvía a encontrarme delante del ejército. Decidí comenzar con el grupo de Rocky. Comenzamos con el arco, he de admitir que estaba en baja forma, no ellos, si no yo. No podía perder el tiempo con pequeñeces e intensifique el entrenamiento.
Muchos compañeros preguntaban a mis espaldas, quien era la joven con la que había regresado a la capital, nadie conocía la respuesta. Los entrenamientos me ayudaban a pasar los días sin distracciones y ponía empeño en ellos, ahora si que sabia a quien proteger.
-         ¿Qué haces despierta? ¿Debes descansar estas embarazada?- dije la primera vez que llegue al castillo después de una semana sin ver a Aeris.
-         Estoy embarazada, no moribunda, no te preocupes tanto Urrick, que son los primeros meses de embarazo, los más peligrosos son los últimos. Además quería verte. – me abrazo con ansias- te he echado de menos.
-         Aeris ten cuidado estamos en pleno vestíbulo, Sir Layonet a pedido que seamos cautelosos. ¿como sabias que vendría?
-         Layonet me ha dicho que tenías que entregar el parte de entrenamientos.
-         No si al final te cojera cariño ya lo veras - la abrace y agarrándola de la mano la conduje hasta mis antiguos aposentos en el castillo. Allí nos besamos intensamente durante largo rato.- amor debo ir a ver a Layonet, ¿me esperaras?
-         Por supuesto. Te esperare aquí mismo.
-         Esta bien.- la bese en la frente como despedida y baje a gran velocidad y muy feliz por las escaleras y pasillos. Sir Layonet no estaba en sus aposentos, ni en los reales, ni en el comedor cenando y tampoco en su despacho.- ¿sabe dónde esta Sir Layonet?- pregunte a uno de los guardias de la puerta.
-         Creo que en el despacho real o en la sala de juntas.
-         Muchas gracias.
Efectivamente, Sir Layonet estaba en la sala de juntas, con un enorme pergamino extendido en la mesa central. Toque la puerta y el, levanto la mano en seña para que entrase.
-         ¿molesto Sir Layonet?
-         No Sir Urrick, pasa por favor, cierra bien la puerta. Ahora mismo estaba pensando en ti. Tenemos que hablar.
-         ¿de que Capitán?
-         De Aeris.
-         ¿Qué ocurre?- pregunte temeroso de que nuevamente se enfureciera conmigo.
-         Aeris y tú deberíais uniros cuanto antes,  no quiero tener problemas con los sacerdotes, ni con los demás capitanes. Ya sabes lo que piensan de aquellos que tienen hijos fuera de sus uniones.
-         Si, lo se. Pero nosotros no tenemos medios para…
-         Tranquilo eso no es lo importante. Pero las leyes son claras, Urrick.
-         No me gustan las leyes.
-         Pero si no existiesen el mundo seria un caos.
-         Cierto…- conteste pensativo.
-         Mira Urrick, sabes que en las leyes no consta como que debas de permanecer toda tu ida unida a ella, solo que has de reconocer los frutos engendrados con el amor actual. No estas unido a ella para siempre, como le sucede a muchos reyes y a las personas de a pie de muchos reinos.
-         Esta bien, lo hablare con ella.
-         Si hazlo cuanto antes. La ceremonia será dentro de una semana. cuando tengas su contestación vuelve, tenemos que hablar de otras muchas cosas.
No pensaba que fuese el mejor momento para celebrar mi unión, aunque la amaba con locura, unirse significaba asumir la responsabilidad de los hijos que naciesen de su cuerpo para siempre. Era una decisión muy importante.
Aeris acepto con ilusión a la propuesta. Sir Layonet y yo concretamos algunos aspectos de la boda, llegaría el sacerdote del templo de la ciudad dorada, para unirlos, y también estaría el sumo sacerdote de Srwook, quien oficiaba las ceremonias más importantes de todo el reino. Se me prohibió totalmente ver y hablar con Aeris, ya que lo normal era pasar un mes entero lejos del amado o amada. Los invitados se centraban en las personas más allegadas y el protocolo. Sir Yam, Henry, Andreu, Mamen, Afni, Albus, Sir Patriss, las sirvientes más íntimos del castillo, los generales… entre otros muchos. En total éramos unas cerca las cincuenta personas.


-         Sir Urrick tenemos que hablar- irrumpió Layonet junto con Patrissa en mi habitación del Hostal.
-         ¿Qué pasa?- pregunte alarmado.- ¿le ha pasado algo a Aeris? ¿el bebe esta bien? ¿hay un ataque? – se me salía el corazón del pecho.
-         ¡quieres clamarte estupido! – grito Patriss mientras me empujaba haciéndome caer en la cama de un solo golpe.- tenemos que hablar, eso no significa que pase algo grave.
-         ¿pero es muy tarde?- aún tenia los ojos pegados por las lagañas.
-         No es tarde, es temprano, apenas ha salido el sol.- mire por la ventana, era cierto, estaba amaneciendo.
-         Urrick, tienes que acompañarnos.- aclaro Layonet sereno.
-         ¿A dónde?
-         Al bosque. Vístete, te esperamos en la puerta.- hice como me ordenaba, monte a Relámpago y cabalgamos hacia el bosque, fuera de las murallas de la ciudad.
-         Sir Layonet estamos dando círculos- afirme.
-         Te equivocas, estoy buscando algo.
-         ¿el que?- pregunte interesado.
-         La entrada a la ciudad Vampirica.
-         ¡qué!- me alarme, sentí como me mareaba apoyé mi mano en un árbol y vomite.
-         No es para tanto- se rió Patriss- vaya futuro padre estas hecho. jajaja.
-         Déjalo en paz Patrissa- le contesto Layonet.- Haber Urrick- comenzó a explicarme acercándose a mi posición.- la reina de los vampiros, Yoli, nos ha hecho llamar, no nos va suceder nada. Ahora baja de Relámpago y sígueme.
Descendimos por una cueva oculta entre la maleza unos diez metros, Sir Layonet encabezaba el grupo, nos recibieron unos altos y robustos vampiros, supongo que serian los guardias. Sir Layonet siguiendo las indicaciones nos vendo a Patriss y a mí los ojos, y nos condujo durante no menos de diez minutos por un largo pasillo inacabable, y mucho más aun, para mí que no veía nada. Nos quitaron las vendas frente a una gran puerta de hierro.
-         buenos días amor mío- hablo una voz femenina al fondo de la estancia que se habría tras las puertas de hierro.- veo que has traído carne fresca.
-         No estoy aquí para jugar contigo Yoli. –sentencio Layonet- ¿Qué es lo que quieres de nosotros?
-         Siempre tan frío, así no conseguirás que vuelva a tus brazos.
-         No lo pretendo. Habla- Layonet estaba tenso y muy enfadado.
-         Esta bien, no te enfades conmigo mi caballero- dijo la vampira en tono seductor.- he oído que se a va celebrar un enlace y no he sido invitada.
-         No es un enlace de tu incumbencia.
-         Yo creo que sí. Según nuestras alianzas, yo mantengo a nuestro… perdone rectifico a mi hijo encerrado para que no te declare la guerra a cambio de mi pueblo no sea discriminado.
-         Y no lo es.
-         Entonces ¡por que no se me ha invitado!- estallo encolerizada Yoli.
-         Por que es una unión muy intima, no se celebrara ningún banquete. Es un enlace rápido e imprevisto.
-         Eso no es propio de este reino- Yoli dirigió su mirada hacia mi.- ¿eres el joven afortunado?
-         Si, lo soy- conteste. La vampira se acercaba a mi cuerpo, tocándolo seductoramente.
-         Interesante, muy interesante, cuéntame ¿Por qué tanto secreto?
-         Por que mi futura mujer se ha fugado de casa para poder unirse conmigo.- sus manos rozaban más allá de los límites establecidos por lo que notaba como mi cuerpo respondía a sus caricias.
-         Yo tengo una oferta para vos, joven. – pauso la conversación y acerco su boca a mi cuello.- te ofrezco una vida eterna, la eternidad, ninguna de las razas de este vasto mundo puede ofrecerte semejante lujo. Me gustas.- sentí como mis mejillas se ponían coloradas.- ni los dragones, ni los magos, brujos, elfos, ninfas ni ninguna criatura por muy mágica o inmortal que sea puede ofrecerte compartir su inmortalidad. Piénsalo bien, vivirías en mi corte, rodeado de sirvientas y a mis servicios.
-         ¿Qué servicios?- me atreví a preguntar.
-         Unos muy placenteros.- he de admitir que me estaba haciendo dudar, por mucho que amase a Aeris, lo que la reina me ofrecía era mucho más tentador, Patriss pisoteo mi pie mientras Yoli seguía seduciéndome.
-         No seas bobo es una prueba- susurro en mi oído Sir Patriss
-         ¡no!- exclame con los ojos cerrados.
-         Esta bien. Podéis marcharos- ordeno Yoli.


 SI ALGUIEN PIDE MÁS TEXTO IRE AÑADIENDO :D

4 comentarios:

  1. a mi me gustaría seguir leyendo, pero esque aún no me he terminado el primero jiijijiji

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  2. estheer escribeeeeeeeeeeee! escriiibeeeeeeeeeeeeeee!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

    jajjaja te suena algo de esooo pekeña?¿?

    (KYS)

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  3. Dios, curradisimo.
    El primer libro a sido un exito y el segundo pa que contarte, super exito.
    Jaajajaj.

    Sigue asií, saludos.

    Iván

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